Hemos empezado el curso, en nuestra entrada anterior, insistiendo en la novedad fundamental de este año: lo pronto que la universidad ha empezado el curso. Pero tenemos una novedad más: este curso empezamos en la universidad de Valladolid un doble título de matemáticas y físicas. Esta doble titulación ya existe en bastantes universidades españolas y está teniendo éxito. El curso pasado la oferta de esta titulación en la Universidad Complutense fue la carrera que tuvo la nota de acceso más alta de España, como se puede ver en esta noticia de El País. Bien es verdad que uno de los motivos de tener la nota de corte tan alta (la noticia también lo comenta) es que normalmente se oferta un número limitado de plazas.
Aquí en Valladolid apenas una docena de estudiantes empiezan este difícil recorrido (por supuesto con una nota en la selectividad que ya hubieramos querido muchos cuando empezamos la universidad). Pero aprovechemos que los tenemos entre nosotros para hermanarnos brevemente con esa gran amiga de la matemática que siempre ha sido la física (y ya si eso, después del breve hermanamiento, podemos volver a picarnos amistosamente con nuestros vecinos los físicos).
Con esta excusa, hoy vamos a recomendar a nuestro público natural de estudiantes de matemáticas, a nuestros amigos físicos, y por supuesto a cualquier lector de estas páginas, un artículo publicado en El País por el periodista y biólogo Javier Sampedro. Que trata sobre Stephen Hawking y la capacidad poética que sus estudios físicos requieren. Hay una anécdota famosa atribuida al matemático alemán David Hilbert. La reproducimos aquí tal como se puede encontrar en la página web Epsilones.
Aquí en Valladolid apenas una docena de estudiantes empiezan este difícil recorrido (por supuesto con una nota en la selectividad que ya hubieramos querido muchos cuando empezamos la universidad). Pero aprovechemos que los tenemos entre nosotros para hermanarnos brevemente con esa gran amiga de la matemática que siempre ha sido la física (y ya si eso, después del breve hermanamiento, podemos volver a picarnos amistosamente con nuestros vecinos los físicos).
Con esta excusa, hoy vamos a recomendar a nuestro público natural de estudiantes de matemáticas, a nuestros amigos físicos, y por supuesto a cualquier lector de estas páginas, un artículo publicado en El País por el periodista y biólogo Javier Sampedro. Que trata sobre Stephen Hawking y la capacidad poética que sus estudios físicos requieren. Hay una anécdota famosa atribuida al matemático alemán David Hilbert. La reproducimos aquí tal como se puede encontrar en la página web Epsilones.
Hilbert, un día, se dio cuenta de que uno de sus estudiantes había dejado de ir a sus clases. Cuando le dijeron que había renunciado a las matemáticas para ser poeta, dijo: “Bien: no tenía suficiente imaginación para ser un matemático”.
(Anécdota que nos gusta mucho pues ya la citamos en una de las primeras entradas de este blog). En cierto modo, algunos de los elogios que el artículo dedica al físico británico tienen que ver con esta anécdota. Empieza diciendo:
Ningún poeta místico ha logrado imaginar un mundo tan extraño como el que nos presenta la física moderna, con el tiempo y el espacio dilatándose y formando ondulaciones, con la masa convirtiéndose en energía y viceversa y con un ámbito microscópico donde rige la misteriosa mecánica cuántica y la intuición humana se vuelve tan inútil como una superstición. La diferencia con la poesía mística es que la física funciona. La relatividad general, que gobierna el mundo de lo muy grande, y la mecánica cuántica, que preside el de lo muy pequeño, son dos teorías matemáticas de enorme éxito y solidez, que han superado la confrontación con el mundo real con un montón de decimales. Por eso resulta tan fastidioso que las dos teorías sean incompatibles entre sí.
porque ese es el objetivo de esta entrada.
Y sintámonos orgullosos de la imaginación que es necesaria para nuestro trabajo de científicos. No dejemos que algunos descentrados, con la excusa de defender unas humanidades que sin duda valen mucho más que ellos, nos hagan creer que la ciencia no es tan humana como un cuadro o una sinfonía, Y nos despedimos con el final del artículo:
Siguiendo en la estela de físicos anteriores, Hawking propone ahora que lo que cae en un agujero negro no desaparece en sentido estricto: su información queda almacenada en la “superficie” del agujero, intacta pero en forma bidimensional. La superficie de un agujero negro es su “horizonte de sucesos”, la esfera en cuyo interior la deformación del espacio y del tiempo alcanza tal magnitud que nada, ni siquiera la luz, puede escapar de ella. Pero, aunque no pueda escapar de esa superficie, la información sí puede quedar almacenada en ella. Hawking admite que en cualquier caso no hay forma de recuperarla de ahí en forma útil, pero está dispuesto a jugar con la idea de que pueda reaparecer en un universo paralelo.Que iguale eso algún poeta místico.
Hasta pronto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario